Teatros Argentinos: CRÍTICA: GATURRO EL MUSICAL

Gaturro el musical, nos acerca su propuesta para los más chicos con una escenografía simple y muy colorida, con una pantalla gigante de fondo que va ambientando cada momento de la obra. En ella también se suceden algunos momentos de la serie animada y los ya conocidos videos de las canciones.

Gaturro quiere ser una estrella de rock, pero tiene mucho miedo. Agatha, su amiga incondicional, no solo lo ayuda a darse cuenta de ese miedo sino que también lo ayuda a ponerse a trabajar juntos para poder llevar adelante su sueño. Ella lo anima a participar en un concurso de bandas.

Pero, en la preparación para el gran evento de su vida, Gaturro se deja llevar por el entusiasmo y pensando nada más que en sí mismo, olvida que fue Agatha quien lo alentó a animarse a dar ese paso y la deja de lado completamente. Cuando sus amigos de la banda lo ayudan a ver lo egoísta que fue, Gaturro siente que éste podría ser el fin de su amistad con la Gata de su corazón.

Con la música como centro, los ritmos son bien variados: el Reggaeton del comienzo que nos invita a comenzar esta aventura (“la música despierta los sentidos que la buena onda empieza contigo… que empiece la fiesta, que empiece el bailongo”), el Rock con un Gaturro tocando su súper guitarra eléctrica, la pegadiza Cumbia de Agatha “Piensa en mí”, algo de Pop y “Romántico” también.

El tiempo de duración, 45 minutos aproximadamente, es el justo para los pequeños, aunque a los grandes nos deja con ganas de tal vez un poquitito más. Es que, con mucha sencillez se transmite un mensaje muy profundo junto a diferentes valores.

Podemos decir que se completa la puesta con coreografías simples, mediante el uso de globos, paraguas, pelotas, cintas y acompañadas de las luces que también “bailan” al ritmo de la música.

Con todo, Gaturro el musical, nos vuelve a confirmar este año que el Mundo Gaturro, es un mundo diferente que nos invita a reconocer los propios miedos, a dejarnos ayudar por aquellos que nos quieren para aprender a superarlos, a saber compartir y trabajar en equipo en vez de hacer todo solo, a aceptar cuando nos equivocamos y a no tener miedo de pedir perdón para volver a empezar... porque con amor, todo es posible.