La historia transcurre en los años 70. Una familia judía compuesta por un matrimonio, un hijo y la culpa como protagonista de sus acciones. Apenas empieza la obra, el espectador se entera de la problemática de esta familia imperfecta (como es promocionada la obra), el padre de la familia los deja porque se enamoró de su mejor amigo.
Toda la obra transcurre en formato de musical, es muy poco el texto hablado. Durante la primera hora la historia parece resolverse de manera simple y con muchos toques de comedia, pero en la segunda mitad se torna mas dramática y profunda, con un buen desenlace.
Falsettos es un musical de William Finn y James Lapine, que acaba de estrenar en el Teatro Picadilly, y que viene desde Broadway, donde fue estrenada en el año 1992 en el circuito del Off, y luego tuvo un revival en el 2016.
La historia de Falsettos involucra a un matrimonio, al hijo menor, al psicólogo de la familia y al joven amante del padre. La idea de este musical es hablar sobre los mandatos, la posesión en el amor, la inmadurez, la religión, los prejuicios y la necesidad de amar y ser amado.
El elenco está compuesto por Alejandra Perlusky, Julián Pucheta, Ignacio Francavilla, Christian Gimenez y Tomás Wicz. Cada uno de ellos tiene su momento de destaque, pero el que se lleva el mayor aplauso es el cuadro solista de Alejandra Perlusky, gran representante del musical argentino.
La dirección de Diego Ramos es buena, logrando buen desplazamiento de los actores en escena y, en combinación con las coreografías de Vanesa García Millán, logran un buen resultado final.
Muy lograda fue la adaptación y traducción de las canciones de Marcelo Kotliar.
La escenografía es discreta, pero resuelve bien los diferentes cuadros y acompaña correctamente a la historia.
A Falsettos le toca la difícil misión de competir con dos tanques del género en esta temporada (Sugar y Casi Normales), pero los fanáticos de los musicales siempre responden a las nuevas propuestas y Falsettos no los va a decepcionar.
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